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LOS CUATRO SANTOS CORONADOS
Las fiestas de los dos San Juan,
el Evangelista y el Bautista de la tradición cristiana,
identificados con los solsticios de invierno y verano, el “Juan
que ríe” y el “Juan que llora” de la tradición popular, y con el
dios Jano de la tradición romana de los collegia fabrorum,
son las dos fiestas que aún conserva la Masonería moderna,
heredadas de la antigua Masonería medieval.
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Los cuatro Santos Coronados. Esculturas
de Nanno di Banco, iglesia de Orsanmichele, siglo XIV, Florencia |
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Sin embargo, otra celebración
importante para la antigua Masonería de oficio fue, hasta el mismo
siglo XVIII, la fiesta de los Santos Coronados, también conocidos
como los Cuatro Santos Coronados, por ser cuatro, de nombres
Severo, Severiano, Carpóforo y Victorino, los santos mártires que
murieron en tiempos del emperador Diocleciano, azotados con
plomadas por negarse a esculpir ídolos paganos; esto según cuenta
la Leyenda dorada del dominico Jacobo de la Vorágine, escrita en
el siglo XIII, junto a la del martirologio cristiano del monje
inglés Beda el Venerable, del siglo VIII, que fueron las versiones
que eligieron para sí los gremios de constructores, pese a que la
advocación, dada su antigüedad, tuvo también otras variantes en su
origen y otros nombres que dejaremos aparte. Su festividad fue
fijada en el siglo IV por el Papa Melquíades en el octavo día tras
la fiesta de Todos los Santos, o sea el 8 de noviembre, siendo
representados con los útiles propios de su oficio, es decir,
escuadra, compás, escoda de picapedrero, etc., pues según dice su
hagiografía eran trabajadores de las canteras que el emperador
Diocleciano poseía en Panonia, en la región del Danubio medio.
Su devoción, extendida pronto por
toda Europa, y su oficio, talladores de piedra o escultores, hizo
que fueran adoptados como santos patronos de las corporaciones de
constructores, de tal modo que es posible rastrear la importancia
de su festividad y de su culto, entre los gremios de masones a
través de sus antiguos textos y estatutos, conocidos como Old
Charges, en inglés, o “Antiguos Deberes”. En los Estatutos de
la Asociación de Talladores de Piedras de Ratisbona, de 1459, se
dice: «En el nombre de Dios, Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y
Santa María, madre de Dios, de sus bienaventurados santos
servidores, los cuatro santos coronados de eterna memoria,
consideramos que para conservar la amistad unión y obediencia,
fundamento de todo bien, de toda utilidad y provecho para todos,
príncipes, condes, señores, localidades y conventos, en el
presente y en el futuro, Iglesias, edificios de piedra o
construcciones, debemos constituir una comunidad fraternal».
También son citados en los Estatutos de la Compañía de
Constructores de Londres, redactada en 1481, donde se especifica
que en el día de su festividad todos los miembros del gremio están
obligados a celebrarla con una misa. Pero donde aparecen nombrados
con mayor extensión y prolijidad es en el manuscrito Regius,
fechado en 1390 dice así:
«Oremos a Dios omnipotente y su
madre María, a fin de que podamos seguir estos artículos y los
puntos, todos juntos, como hicieron los cuatro santos mártires,
que en este oficio tuvieron gran estima. Fueron ellos tan buenos
masones como pueda hallarse sobre la tierra, escultores e
imagineros también eran, por ser de los obreros los mejores, y en
gran estima el emperador los tenía; deseó éste que hicieran una
estatua que en su honor se venerara; tales monumentos en su tiempo
poseía para desviar al pueblo de la ley de Cristo. Pero ellos
firmes permanecieron en la ley de Cristo, y sin compromisos en su
oficio; amaban bien a Dios y a su enseñanza, y se habían volcado a
su servicio para siempre. En aquel tiempo fueron hombres de
verdad, y rectamente vivieron en la ley de Dios; ídolos se negaron
a erigir, y por muchos beneficios que pudieran reunir; no tomaron
a este ídolo por su Dios y rechazaron su construcción, pese a su
cólera; por no renegar de su verdadera fe y creer en su falsa ley,
sin demora el emperador los hizo detener, y en una profunda cárcel
los encerró; cuanto más cruelmente los castigaba, más en la gracia
de Dios se regocijaban. Viendo entonces que nada podía les dejo ir
a la muerte; quien lo desee, en el libro puede leer de la leyenda
de los santos, los nombres de los Cuatro Coronados. Su fiesta es
bien conocida por todos, el octavo día tras Todos los Santos.»
Aún hoy día se pueden ver multitud
de restos y detalles de su iconografía en las capillas de
catedrales e iglesias de toda Europa construidas desde la Edad
Media hasta el siglo XVIII.
Virgen con el niño rodeado de
los santos Claudio, Castorio, Martino y Girolamo. En lo alto,
Cristo entre María y san Juan. Tabla pintada por el Maestro della
Pala dei Muratori (1476). Pinacoteca Nacional de Bolonia |
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Uno de los rasgos más
significativos de la advocación de los Cuatro Santos Coronados es
justamente la elección precisa de su número, sobretodo cuando
diferentes versiones iniciales de la leyenda varían de entre 5 y 9
los nombres de los santos que se barajan, hasta que su culto queda
finalmente reducido y fijado a 4 mártires. Los ritos que se llevan
a cabo a la hora de diseñar y construir un edificio, tales como la
colocación de la primera o la última piedras, son una imitación
del orden y los ritmos del Cosmos, así como de la labor y
sacrificio del Principio divino al dar lugar a la manifestación,
lo cual se refleja en la dimensión cósmica que toma cuerpo a su
vez en múltiples formas arquitectónicas, haciendo de la
construcción del edificio una verdadera imitación de la creación
del mundo. Así, mientras las formas circulares, o esféricas
relacionadas con el arco o la cúpula se identifican con el cielo,
las formas cuadradas o cúbicas, relacionadas con la base y los
cimientos del edificio se relacionan con la tierra. La
construcción del edificio se ve entonces como el retorno y
dependencia de la multiplicidad de la manifestación, equivalente a
los 4 ángulos o piedras de fundación de la base, con la unidad del
Principio creador, equivalente a la clave del arco o la piedra
angular de la sumidad de la cúpula, siendo esta operación la
inversa al paso de la unidad del Principio a la multiplicidad de
la manifestación, obra directa del Gran Arquitecto del Universo en
la Creación. Estas dos operaciones, solidarias de la solución y la
coagulación herméticas, se asociaban en Geometría a los problemas
de la circulación del cuadrado y la cuadratura del círculo,
respectivamente. Y, de igual manera que los 4 elementos de la
naturaleza, fuego, tierra, aire y agua, que componen el mundo
parten o se reúnen en una quintaesencia, las 4 piedras
fundamentales sobre las que se asienta el edificio, orientadas
según los ángulos intermedios a los 4 puntos cardinales, deben
reunirse y ordenarse en la sumidad de la piedra angular donde el
conjunto del edificio encuentra su trabazón y es llevado a su
perfección; piedra angular que, como dice la Sagrada Escritura,
había sido rechaza por los albañiles al inicio de la construcción.
La colocación por tanto de la
primer piedra del edificio, o piedra fundamental, se llevaba a
cabo en el ángulo noreste, lugar donde hoy se sitúa en nuestra
logia el aprendiz masón al término de su iniciación, representando
la salida del sol; el resto de las 3 piedras de fundación que
delimitaban el contorno y la base del edificio eran colocadas
siguiendo el recorrido del sol: la segunda al sureste, la tercera
al suroeste y la cuarta al noroeste.
Lejos por tanto del capricho, o
del azar, el hecho de que la advocación señale a 4 el número de
los Santos Coronados y no otro, obedece a la identificación de
estos mártires, patrones del oficio de la masonería, con el
simbolismo y rito de la colocación de las 4 piedras de fundación,
identificadas con el simbolismo de la tierra y con el arte de la
escuadra, que es la herramienta con la que se escuadran los
bloques de piedra, sobre los que se alza la base de la
edificación; mientras el compás se dedica a las labores del
trazado de arcos, bóvedas y cúpulas, las cuales representan el
cielo en la construcción. Precisamente, en la antigua Masonería de
oficio, existían dos grandes divisiones, recibiendo el nombre de
Masonería de la Escuadra, aquella en la que sus miembros solamente
dominaban los conocimientos que permitían establecer los
cimientos, en base a la orientación sobre los 4 puntos cardinales
y la correspondiente delimitación de los Landmarks, o postes, de
la edificación sobre el terreno, realizando luego las elevaciones
sobre esta base; mientras que se conocía con el nombre de
Masonería del Arco, a aquellos masones, que habiendo pasado del
dominio de la escuadra al compás, poseían además los conocimientos
para edificar la techumbre que cubriría el edificio, mediante
arcos, bóvedas y cúpulas.
Esta identificación de los Cuatro
Santos Coronados con las 4 piedras de fundación del edificio
aparece señalada en muchas de las capillas dedicas a éstos, donde
sus efigies aparecen representadas, reunidas los 4, en la piedra
angular que corona la cúpula de tales capillas, dando precisamente
a entender que esta piedra, identificada según los 4 Evangelios
con Cristo, o con el Gran Arquitecto del Universo, supone la
reunión de las 4 piedras de fundación del edificio, cuyo entramado
está ordenado a ella, representando el retorno a la unidad del
Principio, y reconociendo que el mundo encuentra sus fundamentados
gracias a Él, el Principio del que depende todo.
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